Después de tantos años viviendo en sociedad, he llegado a la conclusión que de las cosas más importantes y básicas en esta vida… y en todas las que ustedes quieran vivir… dependen únicamente de la educación (¡Oh, gracias bendita Calíope por tu inspiración). Por ello, he creado este blog.

Pero si de aportar soluciones se trata, no esperen milagros, que todo en esta vida requiere esfuerzo. Este blog me servirá de agenda, recordatorio y reflejo de lo que puede valer la pena trasmitir y comunicar. También, no nos engañemos, poder desparramar a mi aire, que para eso soy el autor.

Quizá se hayan fijado en el título: Piratas y corsarios en la educación. Si les gusta un poquito la historia o son un mínimo de curiosos, ya sabrán la diferencia entre unos y otros. ¿Quiénes son aquellos que, a costa de la educación, se lucran y roban pensando en sus intereses? ¿Quiénes son aquellos que lo hacen incluso dentro del mismo sistema educativo? ¿Quiénes son aquellos que manipulan el sistema en contra de todo sentido común? Algunos se hacen llamar profesores, otros directores, otros políticos y los peores, la misma sociedad (nosotros)... por permitirles todo esto.






martes, 8 de marzo de 2016

¿Qué hacer para que tus hijos cooperen?

A veces, no es fácil que en una casa con niños reine la paz y la tranquilidad en todo momento. Cualquier pretexto (recoger la habitación, bañarse y ponerse el pijama, acabar los deberes del cole…) puede servir de argumento teatral para que nuestros hijos representen una obra llena de drama, contiendas,  despechos y venganzas. Claro está que estoy exagerando un poco aunque seguro que algunos nos encerraríamos en el baño antes de esperar el desenlace final. Es más, estamos tan cansados y hartos que ni siquiera queremos saber cómo termina la historia.  Sin embargo, estamos aquí para educar (aunque no sea tarea fácil, ya lo sabemos), para aprovechar estos conflictos cotidianos y dar ¨la vuelta a la tortilla¨ transformándolos en oportunidades de aprendizaje para nuestros hijos y para nosotros mismos.
Como decía, no es fácil, incluso el detalle más PEQUEÑO consigue sacarnos de nuestras casillas. Soy consciente de que lo que os voy a contar no tiene importancia, pero precisamente por eso hace que pierda tan fácilmente los nervios. Se convierte en algo personal. Llevo más de un año, sí, más de un año, intentando que mi hijo adolescente cierre las puertas de su armario tras coger la ropa que necesita. “¿Tanto cuesta cerrar el armario?” Me digo a mí misma. Lo he probado todo. Vaya, lo normal. Lo he acusado y culpabilizado: “Grrrrr ¡Otra vez, como siempre, las puertas del armario abiertas! ¡Qué desastre!”.  He usado calificativos de los que no me siento orgullosa.  Le he amenazado. Le he lanzado órdenes. Otras veces le he sermoneado hasta parecer una plasta.  Le he advertido: “Lo sabes, se llenará la ropa de polvo y ya sabes que tienes alergia, luego no me vengas lloriqueando y moqueando”. He utilizado comentarios de mártir: “¡No me lo merezco!”. Lo he comparado con su primo: “¡Es tan ordenado!”. Hasta he probado con el sarcasmo. Y no sigo. Esta batalla de resistencia la está ganando él. ¿Creéis que he conseguido que cierre las puertas del armario?
Por un momento, pensemos en todos los sentimientos negativos que podemos provocar en nuestros hijos cuando actuamos así: “¡No le importo!, le importa más el armario que yo”, “¿Soy un desastre? Ahora sí que pienso ser un desastre de veras”, “¡Mi madre es una plasta, la odio!”, “Pues sí, cuando sea mayor viviré en una pocilga como me dice, ¡no me importa!”. Difícilmente lograremos un mejor comportamiento haciendo que se sientan mal. Estamos tan acostumbrados a exigir que hemos olvidado simplemente pedir.
La semana pasada cayó en mis manos un libro “Cómo hablar para que los niños escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen” donde se explica algunos recursos para obtener cooperación. Desde luego, no todos dan resultado para todas las situaciones y/o para todos los niños. Cada uno de nuestros hijos tiene su personalidad. Aunque si existe coherencia entre lo que decimos, hacemos y la emoción desde donde les hablamos pueden funcionar. Os animo a probar. Quiero decir que no tendría sentido utilizarlos si nuestro lenguaje corporal o tono de voz no es acorde con lo que les estamos diciendo. ¡Qué importante es la INTENCIÓN que ponemos en las cosas! Siempre queda al descubierto.
Estas habilidades son las siguientes.
DESCRIBIR LO QUE VEMOS. SIN JUICIO. SIN VERTER NUESTRA OPINIÓN. HACERLO DE MANERA NEUTRA. Las veces que le he hecho saber a mi hijo que su habitación “parece desordenada” con las puertas del armario abiertas nos hemos enzarzado en una discusión sin fin. ¿Sabéis? Para mi hijo no es un problema de desorden. Por ejemplo, en lugar de decir, “Eres un desordenado” (ataco a su persona, va a SU SER) probar con “Hay papeles en el suelo de tu habitación” (luego podrá llegar la petición).

DAR INFORMACIÓN. Si nuestro hijo deja la toalla mojada encima de la cama al salir de la ducha podemos decirle. “La ropa húmeda coge olor desagradable aunque esté limpia, por eso las toallas han de extenderse”. (Luego podrá llegar la petición).
Con estas descripciones y ofreciendo información (NEUTRA) les damos tiempo y opción para que ellos sepan y decidan qué pueden hacer (les responsabilizamos), aunque también podemos HACER UNA PETICIÓN CONCRETA: “¿Puedes recogerlos y tirarlos a la papelera?”, “¿Puedes extender las toallas donde ya sabes?”, “¿Necesitas algo para hacerlo?”. (Recordad que esta petición ha de ser positiva, específica, explicando qué es lo que realmente queremos que hagan).
·        DECIRLO CON UNA PALABRA. Menos es más. Nuestros hijos no soportan nuestros sermones. No les interesan nada de nada. “¡La toalla, por favor!”.
·        HABLAR DE TUS SENTIMIENTOS sin culpabilizar ni personalizar. “No me gusta ver las puertas del armario abiertas”. Aunque puede que a él tampoco le guste oír esto (pues no es la primera vez que se lo dices) no puede molestarse pues no es nada personal. Expresas simplemente tus sentimientos.
 
·        Aquí me gustaría aportar lo útil que es EXPRESAR a continuación TU NECESIDAD INSATISFECHA (M. Rosenberg), sin juzgar ni culpabilizar: “Necesito orden para sentir calma”. Cuando nos enfrentamos a una situación que nos disgusta siempre hay una necesidad que no está siendo satisfecha. Cada cual verá cuál es: necesidad de orden, de reconocimiento, de respeto… Si has expresado tus sentimientos y tu necesidad insatisfecha de una forma neutra, sin culpabilizar, sin juzgar, sin poner el foco de tus males en el comportamiento del otro como causa de todo lo que te está pasando, es más fácil que tu hijo atienda luego tu petición y se vuelva más colaborativo. ¡Aunque no siempre sea a la primera!
 
·       ESCRIBIR UNA NOTA. Este último recurso es el que he utilizado para “mi problema”.
Además, teniendo en cuenta que mi hijo tiene mucho sentido del humor… ¡Ha funcionado!
“Lucas, por favor, no olvides cerrar mis puertas, tengo corriente de aire y me resfrío.
¡Muchas gracias, chaval! ¡Nos vemos!”
Firmado:
Tu Armario.
PD: “Por cierto, esta camisa te queda guay”
Lo importante de esta forma de comunicarnos es que, en todo momento, cuidamos la relación con nuestros hijos. No deteriorar la relación es lo principal.

El reto de ver la rutina como aliada para educar mejor

Cuando arranca septiembre y muchos recibimos con aburrimiento y pocas ganas la no deseada vuelta a la rutina. Pero aunque el verano es una época maravillosa, en la disfrutar a tope del tiempo libre, todos los expertos inciden en la importancia de la rutina para educar a nuestros hijos por una razón principal: la rutina da seguridad al conocer qué pasará después.
 
“Establecer buenas rutinas ayuda a los padres a desarrollar beneficios a largo plazo en la familia: seguridad, un ambiente más relajado, confianza y habilidades para la vida”, señalan Jane Nelsen, Lynn Lott y Stephen Glenn en el libro Disciplina positiva de la A a la Z. “Los niños y niñas tienen una oportunidad de centrarse en las necesidades de la situación: hacer lo que hay que hacer en cada momento. Los niños aprenden a ser responsables de su propio comportamiento, a sentirse capaces y a cooperar en la familia”.  Los autores aseguran que los niños “disfrutan de las rutinas y responden de manera favorable a ellas. Cuanto menor es el niño más reconfortante resulta la rutina”. Y además si establecemos bien la rutina el beneficio para los padres es claro: “Una vez se establece una rutina, esta es la que manda y los padres y madres no necesitan demandar continuamente ayuda”.
Estos expertos recomiendan a los padres y madres crear con los hijos, incluso con niños y niñas de dos años, listas de actividades necesarias para completar una rutina determinada, por ejemplo, prepararse para ir al colegio. Y creen que es buena idea dejar que los hijos elijan el orden de cada una de las actividades que han de completar (desayunar, vestirse, preparar la mochila, asearse…). Como propone Sapos y Princesas, esta lista de tareas se puede convertir en un planning diario que coloquemos en la pared del cuarto de nuestros hijos o hijas para recordar las tareas diarias e indicar cuáles se han hecho y cuáles quedan pendientes. Nelsen, Lott y Glenn proponen crear un mural de rutinas con fotos de nuestros hijos realizando las tareas indicadas. Una vez hecho el mural, los niños se mostrarán más cooperativos que si les decimos todo el rato lo que tienen que hacer.
En disciplina positiva es muy importante (también en el diseño de rutinas) llegar a acuerdos, tener en cuenta al hijo e hija y la amabilidad, pero también es importante la firmeza y el seguimiento de lo acordado. De modo que si nuestro hijo o hija no sigue lo acordado en la lista de tareas que hemos elaborado y ordenado con ellos y que aparece en el mural que hemos creado juntos, simplemente habrá que decirles, sin sermones: “¿Qué pone en el mural que hicimos juntos?”. Precisamente la idea de hacer equipo y de colaborar hace que la rutina se afiance mejor: la limpieza de la casa, la preparación de la cena (incluso el diseño del menú semanal), la compra…
Quizá septiembre sea un buen momento para plantearnos el reto (¡cómo nos gustan los retos!) de volver a la rutina con ilusión, orden, colaboración de toda la familia y con amabilidad. Y de hacer esta vuelta a la rutina un momento de negociación, de trabajo en equipo para diseñar el orden de las actividades y los murales que queramos poner en casa. Y además queramos conseguir con eso que nuestros hijos sean más autónomos, aprendan a gestionar su tiempo y no tengamos que recordarles sin descanso lo que hay que hacer. Septiembre también puede ser un buen momento para revisar rutinas que teníamos y que no nos gustan (como gritar para que nos hagan caso, hacer de la hora de acostarse una lucha o pelearnos para que hagan los deberes). Para revisar cómo funcionan las rutinas, la psicóloga y autora de Queremos hijos felices, Silvia Álava nos recomienda llevar un registro en el que figure a qué hora empieza y acaba una actividad, en qué consiste y qué incidencias observamos (por qué esa tarea llevó más tiempo del previsto). “Con realizar esta tarea durante una semana, tendremos material suficiente para analizar qué es lo que está ocurriendo. Será una forma muy eficaz de detectar las fugas de tiempo y establecer formas de resolverlas, pero también para analizar si todas las actividades que realizamos a lo largo de la semana son necesarias. En ocasiones nos encontramos que sobrecargar las agendas tanto de los padres y de los niños con multitud de actividades extraescolares (piano, tenis, pintura, paddle, inglés, chino, coro, baile…) en lugar de aportar, consigue realizar un efecto de sobrecarga y presión para todos”
Así que la (buena) rutina sí tienen beneficios: da seguridad y orden, disminuye la ansiedad, favorece la cooperación y la autonomía, puede ayudar a reducir las discusiones… Nelsen, Lott y Glenn, de todos modos, nos advierten: puede que las rutinas no funcionen bien a la primera porque “está en la naturaleza humana resistir el cambio”.