Después de tantos años viviendo en sociedad, he llegado a la conclusión que de las cosas más importantes y básicas en esta vida… y en todas las que ustedes quieran vivir… dependen únicamente de la educación (¡Oh, gracias bendita Calíope por tu inspiración). Por ello, he creado este blog.

Pero si de aportar soluciones se trata, no esperen milagros, que todo en esta vida requiere esfuerzo. Este blog me servirá de agenda, recordatorio y reflejo de lo que puede valer la pena trasmitir y comunicar. También, no nos engañemos, poder desparramar a mi aire, que para eso soy el autor.

Quizá se hayan fijado en el título: Piratas y corsarios en la educación. Si les gusta un poquito la historia o son un mínimo de curiosos, ya sabrán la diferencia entre unos y otros. ¿Quiénes son aquellos que, a costa de la educación, se lucran y roban pensando en sus intereses? ¿Quiénes son aquellos que lo hacen incluso dentro del mismo sistema educativo? ¿Quiénes son aquellos que manipulan el sistema en contra de todo sentido común? Algunos se hacen llamar profesores, otros directores, otros políticos y los peores, la misma sociedad (nosotros)... por permitirles todo esto.






viernes, 4 de octubre de 2019

Los juegos de mesa favorecen que seamos más conciliadores en nuestras relaciones sociales

 
Los juegos de mesa, junto con juegos de rol como Magic: The Gathering y Dungeons and Dragons, permiten a los jugadores entrar en un estado controlado de conflicto. El proceso de involucrarse en ese conflicto es divertido, incluso cuando uno pierde, y es probable que el resultado sea diferente cada vez que se juegue.
Incluso en el ajedrez, famoso por su relación con la guerra y la estrategia militar, lo importante no reside en quién gana en última instancia, sino en el ingenio que los jugadores muestran en el proceso. ¿Esto se puede extrapolar de algún modo a nuestra vida cotidiana?
 
Ganadores y perdedores
 
Al menos durante en un tiempo, los juegos de mesa permite que los ganadores y perdedores en el mundo real dejen de serlo y cambien sus roles alternativamente. Esto no solo nos permite ver la situación con más perspectiva, sino, como explica la experta en estudios de los medios Mary Flanagan, los juegos de mesa nos solicitan que reflexionemos sobre las reglas y la justicia.
En un juego de mesa no siempre se gana y esto supone trabajar la tolerancia a la frustración. De hecho, también aprende algo de deportividad, a no excederse cuando logre ganar.
Es fácil ver por qué esto tendría un gran atractivo en un clima político profundamente dividido como el actual. No en vano, la versión original de Monopoly fue diseñada como una crítica liberal del capitalismo.
 
Porque otra característica importante de los juegos de mesa es que requieren que varias personas se sienten en la misma habitación y se concentren en una experiencia compartida en tiempo real. Eso es cada vez más raro en un mundo en el que más a menudo vemos a nuestros amigos y seres queridos en las redes sociales que en la vida real.
Un estudio reciente de la Universidad de Baylor en Waco, Texas, y que ha sido publicado en Journal of Marriage and Family, también ha revelado que las parejas románticas liberan oxitocina cuando pasan tiempo juntas en actividades recreativas como los juegos de mesa. Todas las parejas dieron muestras de orina antes y después de sus citas. A partir de estas, los investigadores pudieron medir si los niveles de oxitocina habían cambiado durante el evento y en qué medida.
También hay efectos positivos cuando jugamos con amigos.
Además de todos los beneficios ya enumerados, ayudan al desarrollo de algunos aspectos de la personalidad bien interesantes como la paciencia, la concentración, la capacidad deductiva o la lógica.
Tal vez jugar a juegos de mesa no nos hace necesariamente así en todos los ámbitos de nuestra vida, pero parece bastante evidente que al menos puede tener una incidencia positiva en ello.

jueves, 3 de octubre de 2019

Los niños ya no juegan casi en la calle y eso es malo para ellos

 
A pesar de que los niños cada vez realizan más actividades extraescolares, llevan a cabo menos juegos libres, tal y como los define el investigador del juego Peter Gray: "una actividad que es elegida y dirigida libremente por sus participantes, y llevada a cabo como fin en sí misma y no con el objetivo consciente de alcanzar otros fines distintos a la propia actividad".

El juego libre también es exterior, con otros niños, es físico, vigoroso, donde a veces se interpretan roles... y también es el juego que suelen preferir los niños. Es un juego a menudo más peligroso, no exento de riesgos, porque puede implicar trepar por muros o árboles, o patinar por las escaleras. Realizar menos juegos libres es más seguro, sin embargo se pierde otra cosa importante para el niño.
 
Dosis de miedo

Tal y como explican Jonathan Haidt y Greg Lukianoff en su reciente libro La transformación de la mente moderna, a propósito de las virtudes del juego libre:


"Los niños que practican el juego libre parecen autoadministrarse unas dosis moderadas de miedo, como si estuviesen aprendiendo deliberadamente a afrontar los desafíos físicos y emocionales de las condiciones moderamente peligrosas que generan. (...) Si se induce demasiado poco miedo, la actividad es aburrida; si se induce demasiado, ya no es juego, sino terror. Nadie, salvo el niño o la niña, sabe cuál es la dosis correcta."
 
Sin embargo, esta clase de juego se practica cada vez menos, como demostró un estudio realizado en 1981 por un grupo de sociólogos de la Universidad de Michigan, y que fue repetido en 1997: en total, este tipo de juego se había reducido un 16 % en menores de trece años. Este tiempo se sustituía por juegos de ordenador y sin ningún otro niño. También ha aumentado el tiempo que se pasa en el colegio un 18 % desde 1981 y 1997, y que el tiempo a hacer deberes creció un 145 %.

Básicamente, los niños de hoy interactúan más con los padres y mucho más con las pantallas, pero menos con amigos. Al menos de forma directa (no online) y en el ámbito del juego libre. Es decir, que son niños que, en vez de disfrutar de una saludable cantidad de riesgo, son más propensos a evitarlo.
 
Pero ¿por qué es negativo evitar el riesgo a toda costa? ¿Por qué es importante enfrentarse a desafíos que produzca cierta dosis de miedo? Porque todo ello contribuye a la construcción de la fortaleza física y la resiliencia o la competencia social. Al verse privados del riesgo, son más adversos a él, lo que propicia que bajen el listón de lo que consideran desmoralizante o amenazante.

Considerarán que más tareas de la vida cotidiana superan su capacidad para manejarlas por su cuenta sin la ayuda de un adulto. No debería sorprendernos que las tasas de ansiedad y depresión crecieran rápidamente en los campos en cuanto llegó la iGen.

Irónicamente, la principal razón por la que los niños pasan menos tiempo practicando el juego libre es el temor poco realista, intensificado por los medios de comunicación, a los secuestros, y en general a la proliferación de padres helicóptero, lo que ha convertido a los niños en la generación más sobreprotegida de la historia.

lunes, 23 de septiembre de 2019

La historia de la "baja autoestima" o cómo EEUU hizo que sobreprotegiéramos a los niños



Puede que el lector haya tenido sus propias experiencias en el aula con respecto al trabajo del autoestima de los alumnos. En mi caso, millennial de un colegio español de monjas evangelistas, tuve una mayoría de profesores corrientes, pero dos de ellos, la profesora de inglés y la de plástica, eran distintas, más permisivas con nosotros. Teníamos, por ejemplo, un tablón al que se le iban añadiendo estrellas por cada respuesta bien dada en clase, y sus correcciones de los exámenes tenían aquí o allá anotaciones animándonos por nuestro ingenio o esfuerzo por aprender. Mientras el resto de profesores corregía en rojo, ellas lo hacían en negro o en verde.
Es un debate que va y vuelve, que nos recuerda cómo ha cambiado el modelo educativo de los niños tanto en países anglosajones como en el resto de occidente. Una inteligencia emocional que se aplica en el aula, pero que permea las otras facetas formativas, como son la educación en el hogar o durante las actividades extraescolares.
Este replanteamiento pedagógico ha conseguido importantes avances. No están tan lejos los días en los que ciertos profesores aplicaban maltrato físico. Tampoco los padres que creían que la violencia es una herramienta útil (está demostrado que una educación autoritaria en la que los educadores sólo medien para castigar provoca problemas de desarrollo cognitivo). Hoy tenemos una visión de la educación más avanzada con respecto al uso del castigo físico y es gracias a ese cambio de chip mental.

Pero desde los años ochenta y noventa, y a causa de las tendencias en candentes en estas décadas en el campo de la psicología, también se ha colado una vertiente más utópica que tiene como objetivo sagrado lo siguiente: debemos hacer todo lo posible para que el niño tenga la mejor de las autoestimas. Como veremos, treinta años después las consecuencias han sido inesperadas y, en muchos sentidos, perniciosas.

De California al resto del mundo

La historia de la psicología del autoestima es la historia de John "Vasco" Vasconcellos. Vasconcellos creció en el seno de una familia católica. Viviendo como vivía en Estados Unidos, eso significaba que sus valores eran algo distintos a los de la mayoría de sus compañeros y amigos (protestantes). En su casa había, en comparación, una mayor defensa del sacrificio personal. Era un estudiante brillante y un gran miembro de su comunidad, pero, según él mismo contaba, se sentía mal consigo mismo. Incapaz de valorar su méritos. Pensando constantemente en todo lo que le quedaba por mejorar.
Tras sus estudios universitarios entró en política y acabó de congresista demócrata estatal en California. Después de muchos años de dedicación un buen día descubrió que se sentía miserable, un farsante pese a los logros que había logrado en la vida. Fue a terapia psicológica con un cura de ideas muy innovadoras por aquel momento. Según él, le cambió completamente la vida. Había aprendido a quererse y desde entonces luchó por que todo el mundo tomase la misma receta que le había salvado a él, especialmente los niños.
Porque ese problema que arrastraba desde su infancia debía ser, según él mismo, la causa de todos los males sociales.
 
El fracaso escolar, la adicción a las drogas, la violencia doméstica y callejera y hasta el abuso infantil. Algo que, ey, le vendría muy bien solucionar al país para dejar de invertir tanto gasto en programas de reinserción y beneficencia. Así nació el evangelio del autoestima, campañas por las que intentaba recaudar apoyos para llevar a cabo investigaciones estatales que diesen alas a su teoría. Necesitó varios intentos, los rivales y los medios se reían constantemente de su propuesta hippy trasnochada, pero el pueblo californiano estaba de su parte y en 1986 logró que el Gobernador de California George Deukmejian le permitiese llevar adelante el proyecto
La Universidad de California puso a varios de sus investigadores a estudiar durante un par de años los posibles vínculos entre la baja autoestima y los conflictos sociales analizando todos los estudios previos en materia, para lo que se creó el Grupo de Trabajo para Promover la Autoestima y la Responsabilidad Personal y Social. Según recogería la prensa después, el equipo había concluido que "los hallazgos correlacionales son muy positivos y convincentes".
 
Esta interpretación de la educación había ganado además notoriedad en todo este tiempo. Tanto Vasconcellos como otras figuras habían ayudado a dar tracción mediática a este discurso: nuestro político publicó el superéxito The Social Importance of Self-Esteem recopilando los datos de la investigación, los servicios sociales empezaron a enmarcar el problema de las drogas en base a la supuesta falta de amor propio de los adictos, bandas callejeras iban a los colegios a decirle a los niños lo poco que se querían en la infancia, lo que les había llevado por el camino del crimen. Algunos profesores incluso empezaron a permitir que los alumnos también les evaluasen a ellos mismos. Así en un largo etcétera.
 
Después del informe del equipo técnico de Vasconcellos la tendencia se agudizó aún más, incorporándose como política oficial en forma de grupos de trabajo de autoestima meses después en las aulas de 40 de los 58 condados de California, a las que luego se sumarían otros tantos centros educativos del país. Los acusados en juicios relacionados con estupefacientes empezaron a aparecer en los juzgados con esposas distintas al resto de procesados. Si un condenado completaba exitosamente su pena o sus tratamientos de reinserción, el estado les premiaba.
A la corriente del autoestima se sumaba otro de los conceptos con más predicamento entre los estadounidenses: el pensamiento positivo, una ideología o terapia que ganó notoriedad también en esta época gracias a los manuales de autoayuda, un mercado de miles de millones de dólares en plena edad de oro. Ambas ideas se retroalimentaban: no importa que te encuentres con obstáculos o dificultades en tu vida. Lo importante es ver lo bueno que hay en ti y mirar al futuro con optimismo. Lo bueno llegará. 

Una mentira repetida mil veces

Como explicaría el periodista Will Storr en uno de sus libros tras hablar con los investigadores del equipo californiano, aquel famoso estudio de 1986 que cimentó teóricamente todas las reformas educativas en pos de mejorar la autoestima de millones de alumnos… Había sido una estafa.
Aquellos "hallazgos correlacionales muy positivos y convincentes" no se trataba más que una deformación de una de las declaraciones grabadas que hizo alguien del equipo en una de las sesiones de estudio. La frase original decía que "estos hallazgos correlacionales son bastante positivos, bastante convincentes", refiriéndose a una parte de la investigación, y a continuación: "Pero en otras áreas las correlaciones no parecen ser tan buenas y no estamos muy seguros de por qué. Y dado que son correlaciones, no estamos seguros de cuáles son las verdaderas causas". Esa segunda parte de la intervención no se conservó en los documentos del estudio, pero sí se usó la primera en la nota de prensa. 
 
El resto del informe, del que poca prensa se hizo eco, venía a decir que todos sus resultados eran poco concluyentes, con frases tan demoledoras como "la asociación entre la autoestima y sus consecuencias esperadas son mixtas, insignificantes o ausentes". Que el programa de investigación se hubiese gastado 30.000 dólares sólo en relaciones públicas y tuviese contratados a cinco publicistas a tiempo completo también pudo influir en la espectacular recepción de las premisas de Vasconcellos.


 
 
Pero en realidad, y como declaró uno de los investigadores que se negó a firmar el trabajo final, el documento sólo era un mero trámite para una revolución pedagógica que ya estaba en marcha. En su bestseller publicado en 1994, Los seis pilares del autoestima, el gurú del autoestima Nathaniel Branden insistía que uno:
No puede pensar en un solo problema psicológico (desde la ansiedad hasta la depresión, pasando por el miedo a la intimidad o al éxito y hasta la violencia doméstica y el abuso de menores) que no se pueda rastrear hacia el problema de baja autoestima.
Ese era el clima del momento.
Aquí van algunos de los fenómenos asociados a esa potenciación del autoestima en el alumno: los colegios empezaron a dar medallas tanto al del primer puesto de una carrera como al del decimocuarto. A día de hoy se dan incluso trofeos de participación en clase. Los profesores de educación física empezaron a eliminar pruebas difíciles como la de escalado de cuerda para no hacer sentir mal a los muchos niños que durante décadas habían sido incapaces de subirla. También el consabido cambio de rotulación de los fallos en los exámenes cambiando los bolis rojos por otros en tonos menos agresivos.
 
El balón Koosh, uno de entre decenas de ejercicios dedicados al autoestima, consiste en que los niños se pasen la pelota diciendo algo positivo del compañero que tienen al lado creando una cadena infinita de cumplidos. Colegios en cuyos espejos de los baños se leía: "¡Ahora estás mirando a una de las personas más especiales en todo el mundo!". Como demuestran libros infantiles populares de aquellos años como The Lovables in the Kingdom of Self-Esteem, se hizo mucho hincapié en que a partir de este momento todos los niños supieran que eran especiales. Porque bajo el prisma de las ideas de Vasconcellos y compañía, todo el mundo era especial de una u otra manera. 
"Si crees en ti mismo todo es posible" o "Antes de poder amar a otro debes primero amarte a ti mismo" son ahora lugares comunes en la literatura psicológica y de autoayuda, sin embargo como señaló la psicóloga Jean Twenge, son premisas que ni se decían ni se daban por hecho antes de la llegada del movimiento por la autoestima. Son consejos individualistas e ilusorios, pero muchos creen hoy que son ciertos.

De millennials y consecuencias del refuerzo positivo

La campaña educativa por la mejora del autoestima es muy similar a otras que se han podido ver en algunas aulas tiempo después, como las poses de poder (la errónea creencia de que mejorando nuestro lenguaje corporal tendremos más liderazgo), los tests de asociación implícita (programas que creen que con mostrar a los alumnos sus prejuicios racistas o sexistas ayudará a que dejen de serlo en el futuro, cosa que no ocurre) o el "grit" (el último grito, una serie de juegos para mejorar nuestra "pasión y perseverancia"), todas ellas aplicadas en algunos centros formativos. Son modas pasajeras que podrían no tener mayor importancia.
Pero con el tema del autoestima estamos hablando de algo distinto, una premisa cuasirreligiosa y que se ha mantenido de forma subrepticia en las políticas educativas a lo largo de las décadas: proteger a los niños de todo posible feedback negativo, como sacar malas notas, y potenciar esas áreas en las que el niño es "especial". 
 
¿Consecuencia directa? Una brutal inflacción en las notas académicas estadounidenses hasta tal punto que han perdido su significado. Entre 1968 y 2004, el número de alumnos con expediente de sobresaliente antes de entrar en la universidad ha pasado del 18% al 48%. Es decir, que el sobresaliente es la nota más común que ha recibido cualquier niño norteamericano, tanto en la escuela pública como en la privada, desde 1997. Y esto no se debe a que los jóvenes sean ahora más inteligentes o vayan más preparados: la nota media que sacan los chicos en las pruebas de selectividad son las más bajas de la última década
Esta sobreprotección del ego del alumnado tampoco ha ayudado a mejorar especialmente los índices de escolarización, algo que podría beneficiar al conjunto de la sociedad contrarrestando esos efectos negativos: en estos 36 años el abandono escolar sólo ha caído un 5%.
 

A comienzos de los 2000 la literatura científica acerca del autoestima volvió a revisarse sólo para confirmar que es muy difícil vincularla directamente a todos los problemas sociales. Sí ha podido concluirse con más éxito que, entre los niños de secundaria, la autoestima del alumno no predice su rendimiento académico posterior, pero el rendimiento académico del alumno sí va vinculado a un autoestima superior al de la media de alumnos.
Es decir, que en contra de lo que proponían los responsables de esta campaña, la cosa no es que mejorando el amor propio y el sentimiento de valía del niño éste vaya luego a sacar mejores notas, sino que aquellos que se ven como mejores que sus compañeros tienen un sentimiento de valía superior, propio a sus capacidades. Uno es consecuencia del otro, pero en este caso no puedes intercambiar el orden de los factores para dar el mismo resultado.
 
Por eso mismo mucha de la literatura que consultaron previamente los analistas de California mostraba que ciertas conductas criminales y riesgos de sufrir altos niveles de agresiones físicas estaban vinculados a personas de baja autoestima. Pero de nuevo, este sentimiento de inferioridad puede deberse precisamente a esos problemas que arrastran, no una consecuencia de ello. Malinterpretaron los datos que tenían a su alcance. Además, una autoestima alta no protege al sujeto de la violencia, más bien lo contrario: existe un subgrupo de individuos con mucho amor propio (específicamente aquellos cuya autoestima es inestable) que tienen mayor riesgo de acabar realizando agresiones físicas. Como se sabe, uno de los rasgos más comunes entre los psicópatas es el narcisismo. 
Las personas con mayor nivel de autoestima son, también, peores a la hora de encajar las críticas: en pruebas controladas demuestran protestar ante evaluaciones negativas de su trabajo con más resistencia, respondiendo a sus evaluadores en un tono más alto que los participantes con un autoestima baja o media.
 
Nuestra estabilidad emocional, nuestras posibilidades de ser felices, dependen fuertemente de que seamos capaces de interpretar la realidad sin distorsiones. Una mirada exageradamente pesimista de nosotros mismos puede llevar fácilmente a la infelicidad, sí, pero un ego demasiado grande también tendrá consecuencias negativas cuando nos enfrentemos a los obstáculos.
Esto mismo es lo que ha llevado a muchos a concluir que los millennials, la primera generación de niños criados bajo el boom de la ideología de la autoestima, corren más riesgo de sentirse "entitled", en posesión de unos derechos o privilegios que no se atienen a sus aptitudes. Cuando alguien se enfrenta a un reto que desafía el valor autopercibido le puede provocar heridas, así que cuanto más distorsionada sea nuestra imagen de nosotros mismos más probabilidades de salir mal parados.
 
Aunque ojo, por muchos selfies que nos hagamos los millennials no son (somos) en conjunto más narcisistas que las generaciones anteriores: el narcisismo es un rasgo que ha permanecido alto de igual manera en todas las generaciones desde que se tiene constancia (si acaso, somos menos vanidosos que los baby boomers), y a medida que nos hacemos mayores vamos perdiendo esta cualidad.
Lo que parece que ocurre es que sí somos más egocéntricos e individualistas. Desde los años '90 ha ido aumentando el número de jóvenes que se identifican con frases como "creo que soy una persona especial" o "sé que soy bueno porque la gente no deja de decírmelo". Se trata de premisas que afectan a esa visión de la realidad porque fomentan que nos responsabilicemos de nuestros éxitos y fracasos desproporcionada. Somos animales colectivos, y como tal muchas de nuestras condiciones dependen de factores externos a nosotros mismos, algunos de ellos que nunca podremos cambiar, por mucho que hayamos vivido en un entorno académico de progreso constante. Un cóctel perfecto para granjearse una bonita crisis de expectativas vitales. Un mal que, si fuese epidémico, explicaría muchas cosas.
 

lunes, 12 de agosto de 2019

La forma en que aprendemos en la escuela podría cambiar gracias a China y la Inteligencia Artificial

Por primera vez en la historia, el conocimiento se puede suministrar de manera personalizada para cada alumno. Una educación a medida de las necesidades, estilo de aprendizaje y tipo de inteligencia del alumno. Pero las cosas no han cambiado mucho en los colegios debido a que se rigen por reglas del siglo XIX con profesores del siglo XX.

Un gran experimento chino en el que está involucrada la inteligencia artificial podría cambiar las reglas del juego para siempre. La forma en la que aprendemos. Y también quiere exportar su modelo al resto del mundo. 

IA

China está invirtiendo en inteligencia artificial. Decenas de millones de estudiantes ahora usan alguna forma de inteligencia artificial para aprender, ya sea a través de programas de tutoría extracurricular como Squirrel, a través de plataformas de aprendizaje digital como 17ZuoYe, o incluso en sus aulas principales. Es el experimento más grande del mundo sobre IA en educación, se está produciendo de forma natural, y nadie puede predecir el resultado.
Squirrel también ha abierto un laboratorio de investigación conjunto con la Universidad Carnegie Mellon este año para estudiar el aprendizaje personalizado a escala, y luego exportarlo a nivel mundial.
 
Tres cosas han alimentado el auge de la educación en IA de China. El primero son las exenciones de impuestos y otros incentivos para las empresas de IA que mejoran cualquier cosa, desde el aprendizaje de los estudiantes hasta la capacitación de maestros y la gestión escolar. En segundo lugar, la competencia académica en China es feroz, pues de ella depende la prosperidad o la pobreza. Finalmente, los empresarios chinos tienen una gran cantidad de datos a su disposición para entrenar y refinar sus algoritmos. La población es vasta, las opiniones de las personas sobre la privacidad de los datos son mucho más laxas que en Occidente (especialmente si pueden obtener beneficios codiciados como el rendimiento académico a cambio), y los padres son grandes creyentes en el potencial de la tecnología, habida cuenta de cómo está transformando el país en solo unas pocas décadas.
Todo esto tendrá consecuencias imprevisibles. En el mejor de los casos, dicen, la inteligencia artificial puede ayudar a los maestros a fomentar los intereses y las fortalezas de sus alumnos. En el peor de los casos, podría afianzar aún más una tendencia global hacia el aprendizaje y las pruebas estandarizadas, dejando a la próxima generación mal preparada para adaptarse en un mundo laboral que cambia rápidamente.
 

Centros Squirrel

En un centro típico abierto por Squirrel en China no hay pizarras, proyectores u otros equipos, solo una mesa por habitación, destinada a seis u ocho personas. El método de enseñanza es únicamete a través de un ordenador portátil. Tanto estudiantes como profesores miran atentamente las pantallas.
 
 
 
En una sala, dos estudiantes usan auriculares, absortos en una sesión de tutoría de inglés. En otra, tres estudiantes toman tres clases de matemáticas por separado. Resuelven problemas en hojas de papel antes de enviar sus respuestas online. En cada salón, un maestro monitorea a los estudiantes a través de un tablero de instrumentos en tiempo real.
Para cada curso que ofrece, su equipo de ingeniería trabaja con un grupo de maestros para subdividir el tema en las piezas conceptuales más pequeñas posibles. Las matemáticas de la escuela intermedia, por ejemplo, se dividen en más de 10.000 elementos atómicos, o "puntos de conocimiento", como los números racionales, las propiedades de un triángulo y el teorema de Pitágoras. El objetivo es diagnosticar las brechas de comprensión de un estudiante con la mayor precisión posible. En comparación, un libro de texto podría dividir el mismo tema en 3.000 puntos. Una vez que se establecen los puntos de conocimiento, se combinan con videoconferencias, notas, ejemplos trabajados y problemas prácticos. Sus relaciones, cómo se desarrollan entre sí y se superponen, están codificadas en un "gráfico de conocimiento", también basado en la experiencia de los maestros.
 
Mientras se estudia, el sistema actualiza su modelo de comprensión y ajusta el plan de estudios en consecuencia. A medida que más estudiantes usan el sistema, detecta conexiones previamente no realizadas entre conceptos. Los algoritmos de aprendizaje automático actualizan posteriormente las relaciones en el gráfico de conocimiento para tener en cuenta estas nuevas conexiones.
Squirrel se centra en ayudar a los estudiantes a obtener mejores notas en las pruebas estandarizadas anuales. También diseñó su sistema para recopilar cada vez más datos desde el principio, lo que ha hecho posible todo tipo de experimentos de personalización y predicción. Comercializa sus capacidades técnicas a través de publicaciones académicas, colaboraciones internacionales y premios, lo que lo ha convertido en un favorito del gobierno local de Shanghai.
En los cinco años transcurridos desde su fundación, la compañía ha abierto 2.000 centros de aprendizaje en 200 ciudades y ha registrado más de un millón de estudiantes. Planea expandirse a 2.000 centros más en el país dentro de un año.
Se ignora cómo cambiará esto la nueva generación de estudiantes. Una cosa está clara: memorizar para volcar conocimientos en un examen, tal y como se hace actualmente en el colegio, cada vez será menos importante. A medida que las máquinas mejoran en las tareas de memoria, los humanos deberán centrarse en las habilidades que siguen siendo únicas para ellos (de momento): creatividad, colaboración, comunicación y resolución de problemas. También deberán adaptarse rápidamente a medida que más y más habilidades sean víctimas de la automatización. Esto significa que el aula del siglo XXI debería mostrar las fortalezas e intereses de cada persona, en lugar de impartir un conjunto canónico de conocimientos más adecuado para la era industrial.
 

martes, 16 de julio de 2019

Los estudiantes de música sacan mejores en matemáticas, ciencias e inglés

 
Los estudiantes de secundaria que acuden a cursos de música obtienen una puntuación significativamente mejor en los exámenes matemáticas y ciencias e inglés que sus compañeros no musicales, según un estudio publicado por la Asociación Americana de Psicología.

El estudio, publicado en el Journal of Educational Psychology, se ha llevado a cabo analizando las notas de 100 000 estudiantes canadienses. 

Música y estudios

Los investigadores examinaron los registros escolares de todos los estudiantes en la Columbia Británica que comenzaron el primer grado entre 2000 y 2003, y de quienes tenían información demográfica adecuada (por ejemplo, género, etnia, estatus socioeconómico del vecindario).
Según Peter Gouzouasis, de la Universidad de British Columbia, y autor del estudio:
Se cree que los estudiantes que pasan el tiempo en la escuela en clases de música, en lugar de seguir desarrollando sus habilidades en las clases de matemáticas, ciencias e inglés, tendrán un desempeño inferior en esas disciplinas. Nuestra investigación sugiere que, de hecho, cuanto más estudien música, más mejorarán en esas materias.
De los más de 112 000 registros estudiantiles estudiados, aproximadamente el 13% de los estudiantes participaron en al menos un curso de música en los grados 10, 11 o 12. Los cursos de música incluyeron banda de concierto, piano de conservatorio, orquesta, banda de jazz y coro de conciertos. Los cursos de música general o guitarra no calificaron, ya que no requerían experiencia musical previa.
En promedio, los niños que aprendieron a tocar un instrumento musical durante muchos años, y ahora estaban tocando en la banda de la escuela secundaria y en la orquesta, tenían el equivalente de aproximadamente un año académico por delante de sus compañeros con respecto a sus habilidades de inglés, matemáticas y ciencias.
 
Estas asociaciones siguieron siendo significativas incluso cuando los investigadores controlaron factores demográficos como el género, el origen étnico, los antecedentes socioeconómicos y los logros previos en exámenes similares en séptimo grado.
Aprender a tocar un instrumento musical y tocar en un conjunto es muy exigente. Un estudiante debe aprender a leer la notación musical, desarrollar la coordinación ojo-mano-mente, desarrollar habilidades de escucha aguda, desarrollar habilidades de equipo para tocar en un conjunto y desarrollar disciplina. 

Es normal que los niños odien las verduras

Los mecanismos evolutivos tras la aversión a las plantas y los que nos hacen superarla
 
"No quiero", "no me gusta", "no pienso comérmelo". Parece una broma pesada, las verduras son, con diferencia, uno de los alimentos más saludables y versátiles que tenemos, pero la aversión que los niños sienten por ellas es un clásico de todas las cocinas, restaurantes y comedores escolares. Y aunque podríamos pensar que es producto de un puro y sencillo condicionamiento social, las últimas investigaciones apuntan a justo lo contrario. Los niños vienen así de fábrica.
 

La explicación es que aunque ahora, en el mundo moderno, parece que solo existen dos tipos de plantas: las decorativas y las que vienen cortadas, lavadas y listas para comer; durante el 99% de nuestra vida en la Tierra los vegetales fueron una parte fundamental del día a día de la humanidad. Por eso, si queremos encontrar respuestas a nuestra complicada relación con lo verde, puede ser buena idea mirar un poco más atrás.
 
 
Peligros difíciles de detectar, pero fáciles de evitar
 
Las plantas siempre han sido un problema evolutivo. Durante millones de años han sido la base de nuestra alimentación, pero ¿cómo determinar qué plantas se pueden consumir y qué plantas son peligrosas? ¿Cómo podemos saber si una planta no será útil o no? A simple vista, como explica Annie E Wertz, es una tarea entre muy complicada y directamente imposible. Incluso a escala comarcal, no existen características morfológicas comunes a todas las plantas comestibles ni tampoco hay pistas claras que nos digan cuáles son tóxicas o peligrosas.
 
Esta dificultad para detectar la presencia de toxinas, hace que el método de prueba error sea especialmente peligroso. Tampoco sirve el uso de reglas generales como "evitar flores blancas" o "las frutas rojas son comestibles". Comer, nos dice Wertz, es mucho más complicado de lo que parece.

Por eso, en este tipo de circunstancias parece razonable pensar haya fuertes presiones evolutivas para favorecer la emergencia de mecanismos y estrategias que nos ayuden a resolver el problema. Está muy documentado el hecho de que las plantas han "estructurado la fisiología y el comportamiento de muchas especies animales". No sería nada raro que nos pasara algo similar.
Wertz teorizó que podría existir una colección de sistemas cognitivos que maximizaran la eficacia de los niños y los bebés en el "aprendizaje de plantas y la evitación de toxinas naturales". La idea de Wertz es que, como las toxinas de las plantas son difíciles de detectar, pero fáciles de evitar, la mejor estrategia evolutiva sería minimizar el contacto físico (de cualquier tipo) con ellas. La evolución habría hecho que las plantas nos aburrieran sobremanera.
En un trabajo recién publicado, el equipo de Wertz descubrió que, efectivamente, los bebes son reacios a tocar plantas en comparación con otros tipos de objetos. Además, tienden a evitar por igual las plantas de aspecto benigno y las plantas de aspecto amenazador lo que sugiere que, como señalaba su teoría, no discriminan entre distintos tipos. Al fin y al cabo, de poco iba a servir.
 
La ceguera a las plantas
 
Pero la cosa va más allá. Como dice el biólogo Antonio J. Osuna, esto podría estar detrás de lo que se conoce como "ceguera a las plantas". Aunque puede sonar un término un poco fuerte, la idea de la "ceguera a las plantas" fue introducido en 1998 por James Wandersee y Elizabeth Schussler para responder a una pregunta tan sencilla como poco evidente: si las plantas tienen un papel fundamental en la vida de la Tierra y son los "principales mediadores entre el mundo físico y el biológico", ¿por qué la mayoría de las personas tienden a apreciar a los animales mucho más que a ellas? ¿por qué tanta gente tiene problemas para recordarlas, apreciarlas o incluso para apreciar sus propiedades estéticas?
 

Soy consciente de que puede resultar una idea extraña, pero existen numerosos ejemplos en los que se puede entrever que el valor social que atribuimos a los animales es muy superior al de las plantas. Y esa diferencia lleva más de dos décadas intrigando a los especialistas.
Además de posibles sesgos educativos y sociales, Wandersee y Schussler sostenían que esta "ceguera" está motivada principalmente por la naturaleza del sistema de procesamiento de información visual de los seres humanos. Según estos autores, ante la imposibilidad de procesar toda la información que entran por los ojos nuestros sistemas perceptivos se concentran en buscar movimientos, colores y patrones visibles que puedan ser amenazas potenciales. En la misma lógica que el trabajo de Wertz, las plantas (por estáticas) recibirían un menor interés evolutivo que los animales.


 
¿Nace de estos mecanismos la aversión de los niños a las plantas?
 
Sea como sea, esta animadversión hacia las plantas no siempre tiene por qué ser buena. Wertz se dio cuenta rápidamente de que es un fenómeno interesante, pero que debía haber alguna forma por la que los niños establecían relaciones con las plantas que pueden ser evitadas. Es innegable que, más tarde o más temprano, todos terminamos comiendo verduras de una forma u otra.
 
Y es que tanto los alimentos como los materiales vegetales de uso cotidiano son elementos que entran en contacto con los bebes de forma habitual. Por ello, debía de haber mecanismos para regular el aprendizaje sobre ellos. Investigando esto, Wertz se dio cuenta de que los niños pequeños (6-18 meses) prestan especial atención cuando ven a un adulto comiendo vegetales o interactuando con ellos. Su sorpresa es mucho mayor que cuando interactúan con otros animales u objetos.
Según sus datos, a partir de los 18 meses, los niños usarían la información sobre la seguridad de las frutas, verduras y plantas para generalizar poco a poco esas actitudes positivas hacia plantas similares. Esta combinación de aprendizaje social y reglas de generalización muy restrictivas evitarían, según Wertz, que los bebés ingirieran plantas tóxicas.
¿Están estos mecanismos detrás de la aversión de los niños a las verduras? Pudiera ser. Como hemos señalado en otras ocasiones, hasta los dos o tres años, la incorporación de todos los alimentos en la dieta es fundamental. Sobre todo, porque cuando acaba esta fase, los niños desarrollan lo que llamamos "neofobia alimentaria". Generan rechazo natural a todos los alimentos a los que no han sido expuestos.
Como si nuestros procesos de aprendizaje considerasen que a partir de los tres años ya sabemos, culinariamente, todo lo que debemos saber. Es algo normal y también tiene razones evolutivas. No obstante, si esa neofobia se extiende más allá de los ocho años, reduce seriamente la calidad de la dieta y puede producir problemas de ansiedad y autoestima.
 
 

martes, 4 de junio de 2019

Algunas ventajas de que los niños duerman siesta, mejores notas y menos problemas de comportamiento

Los niños que duermen la siesta son más felices, sobresalen más académicamente y tienen menos problemas de comportamiento, según refleja un reciente estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Pennsylvania y la Universidad de California, Irvine, publicada en la revista Sleep.
 
Efecto siesta

El estudio, en el que participaron casi 3 000 estudiantes de cuarto, quinto y sexto grado de 10 a 12 años, reveló una conexión entre la siesta del mediodía y una mayor felicidad, autocontrol y agallas; menos problemas de comportamiento; y un coeficiente intelectual más alto, este último particularmente para los estudiantes de sexto grado.
Los hallazgos más sólidos se asociaron con el logro académico, según Adrian Raine, coautor del estudio:
 
Los niños que toman una siesta tres o más veces por semana se benefician de un aumento del 7.6% en el rendimiento académico en el Grado 6.
Sin embargo, la deficiencia de sueño y la somnolencia diurna son sorprendentemente generalizadas, ya que la somnolencia afecta hasta al 20% de todos los niños. Además, los efectos negativos cognitivos, emocionales y físicos de los malos hábitos de sueño están bien establecidos.
Si bien los hallazgos son correlacionales, los investigadores dicen que pueden ofrecer una alternativa con la siesta a la protesta de los pediatras y los funcionarios de salud pública para los horarios de inicio de clases.
 

miércoles, 2 de enero de 2019

Convivir con mascotas durante la infancia reduce la probabilidad de desarrollar alergias

 
Un equipo de investigadores de la Universidad de Gotemburgo ha descubierto que los bebés viven con mascotas tienen menos alergias y otras enfermedades cuando llegan a adultos.
 
Se cree comúnmente que permitir que los bebés y los niños entren en contacto con los gérmenes ayuda a que su sistema inmunológico se fortalezca, ofreciéndoles más protección en el futuro. Este nuevo estudio trató de obtener más información sobre los posibles beneficios de la exposición a gérmenes para los bebés que viven con mascotas.

Gérmenes en la infancia

Uno de los conjuntos de datos del estudio incluyó información de 1 029 niños que tenían siete u ocho años de edad. En ese conjunto de datos, los investigadores encontraron que la incidencia de alergias (que en este estudio incluía asma, eccema, fiebre del heno y rinoconjuntivitis alérgica) fue del 49 por ciento en niños que no habían estado expuestos a mascotas cuando eran bebés. Ese número se redujo al 43 por ciento para los niños que habían vivido con una sola mascota cuando era un bebé y al 24 por ciento para los niños que habían vivido con tres mascotas.
 
El segundo conjunto de datos contenía información sobre 249 niños: mostró que la tasa de alergia entre los niños que crecían sin una mascota era del 48 por ciento, 35 por ciento para los niños con una mascota y solo el 21 por ciento para los niños que habían crecido con varias mascotas.
 
Los investigadores sugieren que, en conjunto, los dos conjuntos de datos muestran que cuanto más exposición tienen los bebés a las mascotas, es menos probable que desarrollen alergias en el futuro. También señalan que tener mascotas es solo una forma de reducir el riesgo de alergia: hay otros factores, como nacer por vía vaginal, vivir en una granja y tener hermanos.

Poner bebés boca arriba a ponerlos boca abajo

 
En la década de los 60 era normal hablar de la muerte súbita infantil y de que la recomendación de las autoridades sanitarias para evitarla era no acostar a los niños boca arriba debido al reisgo de asfixia provocada por el vómito.
 
Esta idea errónea que aumentó el número de bebés muertos fue promovida por una idea propagada durante la Segunda Guerra Mundial.

Segunda Guerra Mundial

Durante la Segunda Guerra Mundial, médicos y enfermeras descubrieron que los soldados inconscientes evacuados en camilla del campo de batalla sobrevivían más si estaban recostados boca abajo en lugar de boca arriba. Porque así no se ahogaban con su propio vómito. Así surgio la llamada "posición lateral de seguridad".
 
Esta idea se generalizó y empezó a aplicarse también a los bebés, que empezaron a acostarse boca abajo para evitar un posible ahogamiento por vómito. Durante años, se aceptó como una verdad incontrovertible a pesar de las estadísticas, como refiere Hans Rosling en su libro Factfulness:
"A pesar de que los datos indicaban que las muertes súbitas de bebés aumentaban, en lugar de disminuir, no fue hasta 1985 que un grupo de pediatras de Hong Kong sugirió que la posición podía ser la causa. Incluso entonces, los médicos de Europa no prestaron demasiada atención."
Pero ¿cómo es posible que lo que funciobaba con los soldados no lo hiciera con los bebés? Porque los niños dormidos tienen reflejos que funcionan perfectamente: si giran y se ponen de lado si vomitan estando boca arriba. Sin embargo, boca abajo, puede que algunos bebés todavía no tengan suficiente fuerza como para inclinar sus cabezas y mantener despejadas sus vías respiratorias.
 
Con todo, el Síndrome de la Muerte Súbita del Lactante (SMSL), también conocido como Muerte en la Cuna, todavía no se entiende del todo. En la actualidad se calcula que el SMSL afecta a 1 de cada 2.000 bebés, y sucede sobre todo entre la cuarta y la decimosexta semana (entre que el bebé cumple 1 mes y cumple los 4 meses). Naturalmente, tiene muchas causas potenciales, no solo la asfixia por vómito.
 
Sea como fuere, la recomendación es clara: poner al bebé a dormir de lado es cinco o más veces más seguro que ponerlo a dormir boca abajo, y por eso en muchos hospitales lo recomiendan así. Sin embargo, dormir boca arriba es el doble de seguro que dormir de lado (y en consecuencia, diez veces más seguro que dormir boca abajo).