Resulta comprensible que mucha
gente quiera apropiarse de nuestra atención, porque eso les permite influir en
nuestra realidad y en nuestra conducta
En La
guerra de las galaxias, el maestro Yoda le dice
a Luke Skywalker: “Es tu atención lo
que determina tu realidad”. Si esto es verdad, resulta comprensible que mucha
gente quiera apropiarse de nuestra atención, porque eso les permite influir en
nuestra realidad y en nuestra conducta. Para eso ha nacido la “economía de la
atención”. Pero vayamos más despacio. ¿Por qué se
dice que la atención determina nuestra realidad?
Porque tiene la llave de entrada de la información en nuestro cerebro, y se
encarga de una parte importante de su elaboración. Por ejemplo, seleccionamos
los estímulos que nos parecen importantes. Elegimos hacer caso de lo que vemos,
o de lo que oímos o de lo que imaginamos. Y aquello a lo que atendemos tiene más
probabilidades de llegar a nuestra memoria a largo plazo.
Este fundamental papel
explica el interés que hay en este momento sobre todo lo referente a la
atención. Daniel Goleman, no sé si
harto ya de la inteligencia emocional, ha publicado un libro titulado Focus. Desarrollar la atención para alcanzar la
excelencia (Editorial Kairós). El
“déficit de atención e hiperactividad” se ha convertido en la enfermedad este
tiempo, como en otros lo fue la tuberculosis o los síndromes
neurovegetativos. Para comprender estos fenómenos hay que recordar que los
humanos tenemos dos sistemas de atención. Uno, involuntario, que compartimos
con los animales, nos hace atender forzosamente a estímulos nuevos, fuertes,
peligrosos. Es un mecanismo de supervivencia.
El segundo,
específicamente humano, es voluntario. Podemos prestar atención a lo que
deseemos, a lo que tiene que ver con nuestras metas. La ecuación de segundo
grado no “llama la atención” del alumno, que, sin embargo, puede “poner” en
ellas su atención, “prestársela”, para conseguir resolver problemas matemáticos
o aprobar la asignatura. Esta es una atención costosa, que el niño debe
aprender a manejar. Y en este momento puede resultarle más difícil porque
vivimos en un mundo saturado de estímulos potentes y veloces. Es aquí donde
aparece la “economía de la atención”.
Hace
años presenté en un congreso una comunicación relacionando el déficit de
atención con el bombardeo de estímulos normal en una sociedad opulenta. Me
refería entonces a la publicidad. Miles de personas, empresas, profesionales,
quieren que les prestemos atención y los publicitarios se las ingenian para
lograrlo. Esto sigue siendo verdad, pero ha habido un gran cambio. Se suele
decir que vivimos en una economía de la información, pero, por definición, se
entiende por “economía” la gestión de recursos escasos. Y en este momento
tenemos un exceso de información. En cambio, lo
que resulta escasa es nuestra capacidad de atender. De ahí la lucha
por conseguir adueñarse del espacio libre del cerebro de cada consumidor.
“La atención –escriben Thomas Mandel
y Gerard Van der Leun en su libro Rules
of the Net (Hyperion)– es
la moneda fuerte del ciberespacio”. En la revista Wired,
Michael Golhaber comenta: “Según la red
aumenta su presencia en toda la economía, el flujo de la atención no solo
anticipa el flujo de dinero, sino que eventualmente lo reemplaza al mismo
tiempo”. El articulista reconoce que esto puede sonar extraño, pero que todos
los que participan en la red necesitan captar la atención. Con razón, Howard Rheingold,
una persona que ha consumido gran cantidad de tiempo en internet, nos da dos
reglas de oro en su libro Virtual Community. Regla
nº 1: Presta atención a la pantalla. Regla nº 2: La atención es un recurso
escaso, piensa en qué la gastas.
Un ataque a la concentración
Este es el tema que me interesa como educador. Las nuevas
tecnologías no sólo se basan en la atención, sino que la están cambiando. Nicholas
Carr, que fue director de la Harvard
Bussiness Review, en su libro Superficiales.
¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?' (Taurus) afirma
rotundamente que "está erosionando la capacidad de controlar nuestros
pensamientos y de pensar de forma autónoma". Algo parecido dice
Jaron Lanier, uno de los mejores conocedores de
Internet, padre del término “realidad virtual” y una de las 100 personalidades
más influyentes de 2011, según la revista Time.
Opina que es necesario pensar por qué el negocio está en la publicidad en
lugar de los contenidos, en generar información
llamativa en lugar de profundizar en la misma. No se salvan de su crítica ni
las aplicaciones de iPhone y Android, tan de moda. Facebook o Twitter han
desarrollado algoritmos complejos para poder seleccionar y condensar la
información, y economizar así “tiempo de cerebro” del usuario. Yahoo! acaba de
comprar a Nick d’Aloisio, un informático de 17
años, Summly, una aplicación para móvil, por 23,6 millones de euros. Su función
es seleccionar noticias, agregarlas y resumirlas en menos de 400 caracteres.
Por cierto, la prensa le ha presentado como miembro de la “generación nativa de
iPhone”, que sucede a la de los “nativos digitales”, que lleva camino de
quedarse anticuada.
Les decía que las nuevas tecnologías –de las que me
declaro gran admirador– están cambiando la capacidad de atención, y eso me
parece grave. Hace ya un par de años describí un nuevo trastorno de
aprendizaje, al que llamé hiperactividad cognitiva, y
que va en aumento. De la misma
manera que la hiperactividad física impulsa a estar en continuo movimiento, la
cognitiva exige pasar continuamente de una información a otra,
lo que lleva aparejado el no poder concentrarse en una información larga o
compleja. Mis alumnos empiezan a sentir angustia si están cinco minutos sin
recibir un mensaje nuevo: es fácil comprender el problema educativo, cultural y
social que esto genera. Por eso, muchos investigadores estamos estudiando
métodos para fortalecer la atención, para permitir al sujeto protegerse de
la invasión de estímulos y ser capaz de seleccionarlos, y para poder
concentrarse en seguir una secuencia informativa larga. Es lo que técnicamente
se denomina “fortalecimiento de las funciones ejecutivas del cerebro”. En la
cátedra que dirijo en la Universidad Nebrija estamos elaborando programas para
los distintos niveles escolares, programas que ya aplicamos en los cursos de la
Universidad de Padres, a los que, como saben, están invitados a
participar. Creo que la mejor manera de aprovechar la potencia de las nuevas
tecnologías es colocando delante de las pantallas a personas capaces de
gestionar bien su atención.
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